Es cierto. De hecho el cerebro de las moscas funciona a más velocidad
que el mejor de los ordenadores actuales, según acaban de demostrar
científicos del Instituto de Neurobiología Max Planck, en Alemania. En
concreto, el diminuto cerebro de estas acróbatas aeronáuticas es capaz
de procesar visualmente varios movimientos en sólo una fracción de
segundo. De ahí que resulte tan difícil atraparlas.
Analizando el cerebro de la mosca Drosophila melanogaster, Dierk Reiff y
sus colegas han descubierto que en una sexta parte de un milímetro
cúbico de su cerebro tiene más de 100.000 células nerviosas, cada una
con múltiples conexiones con las células vecinas.
Para estudiar el funcionamiento de estas neuronas, los investigadores
las impregnaron con marcadores fluorescentes y descubrieron que existen
unas determinadas células nerviosas, llamadas células L2, que reciben
información desde los fotoreceptores de los ojos y reaccionan según
aumente o disminuya la intensidad de la luz circundante. En base a ese
“simple” estímulo luminoso, las moscas son capaces de calcular en
milésimas de segundo cuál es la dirección del movimiento que se produce a
su alrededor y de mandarla rápidamente al sistema de control del vuelo,
para escapar a toda velocidad si hay alguna amenaza cerca.