- La mujer tenía niveles elevados de linfocitos NK
- Estas células atacaban al feto y no permitían su desarrollo.
- Un tratamiento pionero, basado en esteroides, permitió la concepción.
Angie Baker,
de 33 años de edad, vivía una pesadilla cada vez que se quedaba
embarazada. Decepción tras decepción y mucho dolor al ver cómo, tras dieciocho abortos, parecía imposible que pudiese tener un hijo. Todo cambió cuando dio con el tratamiento del doctor Hassan Shehata, gracias al cual su "pequeño milagro" llegó; ahora es madre de una preciosa niña de diez semanas, Raiya.
"Parece un sueño y todavía tengo que pellizcarme. Ella es perfecta
en todos los sentidos", dice la emocionada madre en declaraciones
recogidas por Daily Mail.
Baker, que reside en Peacehaven,
cerca de Brighton, ha sufrido abortos desde hace 13 años. Después del
decimoséptimo aborto, ella y su marido comenzaron a considerar la
adopción; fue entonces, cuando dieron con el pionero tratamiento del
doctor Shehata, del Epsom and St Helier University Hospital NHS Trust,
en Surrey, Reino Unido.
En unas primeras pruebas, el doctor descubrió que Baker padecía un
problema bastante común -lo padecen cerca del 15 % de las mujeres-: sus
test presentaron elevados niveles de linfocitos NK
(por sus siglas en inglés, Natural Killer; en español, 'asesino
natural'). Estas células son componentes importantes en la defensa
inmunitaria no específica.
Parece un sueño y todavía tengo que pellizcarme
Los linfocitos NK no destruyen a los microorganismos patógenos
directamente, sino que tienen una función más relacionada con la
destrucción de células infectadas o que puedan ser cancerígenas. Lo que
ocurría en su caso es que estas células identificaban al feto como un 'cuerpo extraño' y lo atacaban.
Al comenzar con el tratamiento del doctor Shehata, basado en esteroides,
la mujer sufrió un nuevo aborto, el décimoctavo; debido a un problema
de diabetes, y al aumento de sus niveles de azúcar, ocasionado
precisamente por los esteroides.
Después de ajustar los niveles de insulina, y de intentarlo una segunda vez, la suerte de Angie Baker cambió, y el esperado embarazo fue posible.
"La emoción que se va con cada aborto es enorme. Mucha gente
abandona; es sorprendente su perseverancia", ha declarado el médico. "
(Angie) Siempre está sonriendo y eso hace la vida más fácil. Es la
paciente ideal".
El equipo del doctor Shehata lleva trabajando en este tratamiento desde el año 2004. Desde entonces, en un 80 % de los casos, en los que se presentan niveles elevados de células NK, el tratamiento resultó un éxito.