Sergio Tiempo abrió la Semana Llao-Llao Con interpretaciones intensas y expresivas.
Tradicionalmente la Semana Musical Llao-Llao ha reservado a la orquesta
sinfónica el solemne marco de apertura, aunque en esta edición (la
XVII) la programación fue abierta por el más intimista recital de
piano. La reducción de la escala instrumental quedó contrapesada con la
talla del solista, tal vez la figura más trascendente de esta Semana:
el pianista argentino (aunque nacido en Caracas y radicado en Bruselas)
Sergio Tiempo.
Tiempo ofreció un programa ciclópeo, introducido
con gracia y sabiduría por el periodista y pianista Nelson Castro:
abrió con la Partita N° 1 de Bach y continuó con tres valses y una
Balada de Chopin, más las Tres danzas argentinas de Ginastera; la
segunda parte comenzó con Gaspard de la nuit de Ravel y siguió con dos
piezas de Liszt: la Consolación N° 3 y el Vals Mefisto, programa que el
pianista extendió generosamente con dos bises, ya bien pasadas las 23,
entre ellos La muerte del ángel, de Piazzolla.
Tiempo es un
pianista sorprendente, que da la impresión de tomar decisiones
interpretativas todo el tiempo. Su lectura de Bach está alejadísima de
cualquier ortodoxia, y en la interpretación de los valses de Chopin su
particular sentimiento rítmico se inquieta en grado sumo; hacia el
final del Gran Vals Brillante (el N° 1 op. 18), las pausas estiradas
más de lo habitual crean grandes efectos de suspensión. Algunas cosas
le salen admirablemente, otras convencen menos, pero es evidente que
hay una acción interpretativa en constante movimiento. En cuanto a
Gaspard..., Tiempo ofreció una de las interpretaciones más intensas y
expresivas que se hayan oído en mucho tiempo de esa pieza maestra de
Ravel. Fue el gran momento de la noche.
Tiempo sorprende
también fuera del escenario. En la comida posterior se habló del estado
del piano. Siempre se habla de los pianos; se sabe, el piano ideal no
existe en ningún lado. Y ante la pregunta por si debía atribuirse al
instrumento una nota particularmente destimbrada en el final de la
Partita, Tiempo corrigió: "No, ése no fue el piano, ése fui yo". Es
rarísimo. Es común que los compositores atribuyan la falta de éxito de
sus obras a los intérpretes y que los pianistas deleguen sus eventuales
problemas de sonido al estado del instrumento. Pero Tiempo no. El tiene
una técnica deslumbrante, pero no es perfeccionista. El acento de su
arte está puesto en otro lado.
"No me parece vergonzoso ser
humano, sobre todo cuando uno hace lo que hace. Con Martha (Argerich)
siempre comentamos que lo que más conmueve en un músico es su
fragilidad, y bueno... a veces a través de esa fragilidad uno encuentra
algo verdadero ¿dijo a Clarín¿. Uno toma riesgos. Algunas cosas salen
bien y otras no tanto, pero no creo que esto último disminuya la
intensidad de la experiencia. Picasso decía que un artista nunca
termina una obra, simplemente la abandona. Y en la música lo encuentro
más que en otras artes, porque es una cosa viva que se realiza en el
momento. La música es una especie de ser viviente, algo que está
respirando y pidiendo cosas en ese exacto momento. Cuando uno prepara
la obra, hay toda una comprensión estructural. En el momento de tocar
no ocurren exactamente las cosas uno piensa, y cuando uno se obstina en
decir 'ese no era mi plan', no estás respondiendo a las necesidades de
la obra en sí." «FUENTE
Tradicionalmente la Semana Musical Llao-Llao ha reservado a la orquesta
sinfónica el solemne marco de apertura, aunque en esta edición (la
XVII) la programación fue abierta por el más intimista recital de
piano. La reducción de la escala instrumental quedó contrapesada con la
talla del solista, tal vez la figura más trascendente de esta Semana:
el pianista argentino (aunque nacido en Caracas y radicado en Bruselas)
Sergio Tiempo.
Tiempo ofreció un programa ciclópeo, introducido
con gracia y sabiduría por el periodista y pianista Nelson Castro:
abrió con la Partita N° 1 de Bach y continuó con tres valses y una
Balada de Chopin, más las Tres danzas argentinas de Ginastera; la
segunda parte comenzó con Gaspard de la nuit de Ravel y siguió con dos
piezas de Liszt: la Consolación N° 3 y el Vals Mefisto, programa que el
pianista extendió generosamente con dos bises, ya bien pasadas las 23,
entre ellos La muerte del ángel, de Piazzolla.
Tiempo es un
pianista sorprendente, que da la impresión de tomar decisiones
interpretativas todo el tiempo. Su lectura de Bach está alejadísima de
cualquier ortodoxia, y en la interpretación de los valses de Chopin su
particular sentimiento rítmico se inquieta en grado sumo; hacia el
final del Gran Vals Brillante (el N° 1 op. 18), las pausas estiradas
más de lo habitual crean grandes efectos de suspensión. Algunas cosas
le salen admirablemente, otras convencen menos, pero es evidente que
hay una acción interpretativa en constante movimiento. En cuanto a
Gaspard..., Tiempo ofreció una de las interpretaciones más intensas y
expresivas que se hayan oído en mucho tiempo de esa pieza maestra de
Ravel. Fue el gran momento de la noche.
Tiempo sorprende
también fuera del escenario. En la comida posterior se habló del estado
del piano. Siempre se habla de los pianos; se sabe, el piano ideal no
existe en ningún lado. Y ante la pregunta por si debía atribuirse al
instrumento una nota particularmente destimbrada en el final de la
Partita, Tiempo corrigió: "No, ése no fue el piano, ése fui yo". Es
rarísimo. Es común que los compositores atribuyan la falta de éxito de
sus obras a los intérpretes y que los pianistas deleguen sus eventuales
problemas de sonido al estado del instrumento. Pero Tiempo no. El tiene
una técnica deslumbrante, pero no es perfeccionista. El acento de su
arte está puesto en otro lado.
"No me parece vergonzoso ser
humano, sobre todo cuando uno hace lo que hace. Con Martha (Argerich)
siempre comentamos que lo que más conmueve en un músico es su
fragilidad, y bueno... a veces a través de esa fragilidad uno encuentra
algo verdadero ¿dijo a Clarín¿. Uno toma riesgos. Algunas cosas salen
bien y otras no tanto, pero no creo que esto último disminuya la
intensidad de la experiencia. Picasso decía que un artista nunca
termina una obra, simplemente la abandona. Y en la música lo encuentro
más que en otras artes, porque es una cosa viva que se realiza en el
momento. La música es una especie de ser viviente, algo que está
respirando y pidiendo cosas en ese exacto momento. Cuando uno prepara
la obra, hay toda una comprensión estructural. En el momento de tocar
no ocurren exactamente las cosas uno piensa, y cuando uno se obstina en
decir 'ese no era mi plan', no estás respondiendo a las necesidades de
la obra en sí." «FUENTE