Detenidas al querer embarcar un cádaver en un avión
Para los empleados del mostrador de facturación del aeropuerto John Lennon de Liverpool había algo raro en el señor Curt Willi Jarant, acompañante de una pareja de alemanas que habían comprado unos billetes para el próximo vuelo a Berlín.
El hombre, un anciano, iba en silla de ruedas, llevaba gafas oscuras y parecía estar durmiendo. Aunque uno de los trabajadores notó que también estaba aguantando la respiración… durante demasiado tiempo.
Finalmente se descubrió que el pobre señor, de 91 años, no estaba tratando de romper un récord de apnea del sueño, sino que estaba directamente muerto. Claro está, se montó un jaleo importante en el aeropuerto.
Finalmente las alemanas, Gitta Jarant y Anke Anusic, esposa e hijastra del pobre Curt, confesaron que lo que había ocurrido era que el señor Jarant había fenecido en su casa de Oldham, cerca de Manchester y lo habían llevado en taxi al aeropuerto. Como siempre había deseado volver a Alemania para ser enterrado, su mujer decidió devolverle a su patria por la vía “fácil” y sin notificar a las autoridades la muerte.
Por lo visto la intención era colocar al muerto en uno de los asientos del avión y dejarle ahí, como un pasajero más, hasta llegar a la capital alemana, donde sí se notificaría su muerte.
Para los empleados del mostrador de facturación del aeropuerto John Lennon de Liverpool había algo raro en el señor Curt Willi Jarant, acompañante de una pareja de alemanas que habían comprado unos billetes para el próximo vuelo a Berlín.
El hombre, un anciano, iba en silla de ruedas, llevaba gafas oscuras y parecía estar durmiendo. Aunque uno de los trabajadores notó que también estaba aguantando la respiración… durante demasiado tiempo.
Finalmente se descubrió que el pobre señor, de 91 años, no estaba tratando de romper un récord de apnea del sueño, sino que estaba directamente muerto. Claro está, se montó un jaleo importante en el aeropuerto.
Finalmente las alemanas, Gitta Jarant y Anke Anusic, esposa e hijastra del pobre Curt, confesaron que lo que había ocurrido era que el señor Jarant había fenecido en su casa de Oldham, cerca de Manchester y lo habían llevado en taxi al aeropuerto. Como siempre había deseado volver a Alemania para ser enterrado, su mujer decidió devolverle a su patria por la vía “fácil” y sin notificar a las autoridades la muerte.
Por lo visto la intención era colocar al muerto en uno de los asientos del avión y dejarle ahí, como un pasajero más, hasta llegar a la capital alemana, donde sí se notificaría su muerte.