En su mejor momento, cuando sus éxitos «Lo mejor del amor», «Soy
Cordobés» y «Yerba mala» se escuchaban en todas partes y acababa de
hacer trece shows en el Luna Park, murió en un accidente. Ya es un mito.
Rodrigo Bueno nació el 24 de mayo de 1973, en la ciudad de Córdoba. De
chico ya le apasionaba la música y el cuarteto gracias a que su madre,
Beatriz Olive, era amiga de la Mona Jiménez y lo llevaba a ver sus
conciertos. Su tío carpintero le regaló un micrófono de madera que
Rodrigo usaba para actuar arriba de la mesa, durante las reuniones
familiares. Los Bueno eran fanáticos del cuarteto y siempre escuchaban
a los grupos «Cuarteto de Oro», «Berna» y «La Leo».
El primer empleo de Rodrigo no hizo otra cosa que vincularlo aún más
con la música: trabajaba en la disquería que su padre Eduardo, un
ejecutivo de BMG, tenía en Córdoba. El Potro tampoco se perdía ningún
show y seguía en especial al grupo «Chévere», donde debutaría a los
once años. Compenetrado en lo que para él era su vocación, abandonó el
colegio al terminar séptimo grado para dedicarse por completo a lo que
amaba. Pero no sólo cantaba, sino que también componía y tocaba
diferentes instrumentos. La primera canción que compuso se llamó «La
foto de tu cuerpo», cuando tenía 15 años. Ese título fue el que le dio
nombre al primer disco.
Un año después, Rodrigo tomó una de las decisiones más importantes de
su carrera: viajar a Buenos Aires. Luego de grabar media docena de
discos («Muy Bueno», «Sabroso» y «Aprendiendo a vivir», entre otros),
en 1992 participó de un video clip junto a la vedette Marixa Balli, con
quien después tuvo un noviazgo. En 1994 Rodrigo sufrió el golpe más
duro de su vida: su padre murió en sus brazos después de haberlo
acompañado a un recital. El impacto lo mantuvo alejado de los
escenarios por casi todo ese año.
En 1997 Rodrigo tuvo junto a su ex esposa, Patricia Pacheco, a Ezequiel
Ramiro. El cuartetero era un hincha fanático de Belgrano de Córdoba y
en más de una ocasión dijo que su sueño era llegar a ser el presidente
de ese club. También le gustaba mucho el boxeo (por eso se disfrazaba
en sus shows), tomar cerveza y vestirse con camisetas de fútbol
americano.
SU TRÁGICO FINAL
Rodrigo murió como había crecido: a los golpes. De madrugada, bajo un
cielo negro de nubes, este muchacho cordobés de 27 años, quedó tendido
y ensangrentado sobre el asfalto húmedo de una autopista solitaria.
En la nublada tarde del viernes, Rodrigo y su manager desde el primer
día, José Luis Pepe Gozalo, definían cómo viajar al show que el
cantante debía dar en la bailanta «Escándalo» de City Bell, esa misma
noche.
Era el único recital programado de una jornada atípicamente tranquila,
y entonces el Potro decidió ir en su 4x4 y llevar a su hijo Ezequiel
Ramiro, de 3 años. Primero fue a grabar el programa La Biblia y el
Calefón con Jorge Guinzburg, y después se fue a cenar en El Corralón.
Como no había mesa, Pepe Parada los invitó a sentarse junto a él y
Fernando Olmedo, el hijo de Alberto.”
Mientras conversaban, Rodrigo contó sobre sus proyectos y jugó e hizo
dibujos en las servilletas con su hijito. A pedido de todos tarareó la
canción que había compuesto para la publicidad de la cerveza «La
Diosa». En la despedida, se produjo el diálogo que resultaría clave en
el desenlace. “Che, me encantaría ver un show tuyo. A ver cuándo me
invitan”, dijo Olmedo. La respuesta de Rodrigo fue inmediata: “Venite
ahora, hago un show en La Plata y volvemos”. Olmedo, al principio, se
acobardó: “No, a ver si me dejan colgado en La Plata”. Y el Potro
enseguida le ofreció: “No te hagas problema, loco. Te traigo yo mismo
en la camioneta”.
A las tres de la mañana del sábado, Rodrigo, su ex mujer Patricia, su
hijo Ramiro, Fernando Olmedo, Gustavo Cachi Pereyra (asistente de
Rodrigo) y el Negro Moreno (productor de sus discos) se prepararon para
regresar de City Bell en la camioneta Ford Explorer roja de Rodrigo
(era suya desde noviembre, cuando Pepe Gozalo, el dueño inicial, se la
entregó a pedido del cantante). Al salir de Escándalo, Gozalo lo miró y
le dijo: “Ro, ¿por qué no lo dejás manejar a Claudito?” (uno de los
integrantes de la banda). El Potro respondió tranquilo: “No. Voy
manejando yo. Quedate tranquilo, que está todo bien”. Y acto seguido le
dio un pico a Gonzalo, repitiendo un gesto de cariño y humor que
incorporó desde su visita a Diego Maradona en Cuba. Entonces subieron a
la camioneta. Rodrigo al volante. Patricia y Ramiro en el otro asiento
delantero. El Negro Moreno detrás de Rodrigo, Pereyra en el medio y
Olmedo detrás del asiento del acompañante. Así partieron. Apenas habían
pasado las tres de la mañana.
Aquí el relato se apoya en diferentes testimonios. Rodrigo habría
llegado sin problemas al peaje de Hudson, a unos quince minutos del
camino Centenario. Detrás venía otra camioneta con integrantes de la
banda. Al pasar el peaje, habría aparecido la camioneta Chevrolet
Blazer blanca que recorrió junto a la Ford Explorer los kilómetros
previos al vuelco fatal. Cachi Pereyra, uno de los sobrevivientes,
cuenta lo que ocurrió después: “Veníamos muy tranquilos cuando la
camioneta blanca nos pasó muy rápido, y después bajó la velocidad y se
quedó taponándonos. Rodrigo le hizo luces para que se abriera y, cuando
intentó pasar, la camioneta le cerró el camino. Entonces pegó el
volantazo hacia la derecha, y ahí pegamos contra el guard rail, y
empezamos a dar vueltas”. El testimonio de Pereyra es decisivo: iba en
la camioneta y nunca perdió el conocimiento.
A 150 metros de la camioneta, un cuerpo se encontraba tirado casi de
perfil, con las clásicas botas de cuero de serpiente todavía puestas,
la campera cubriéndole la cabeza y un charco de sangre deslizándose
sobre el asfalto. Era Rodrigo, ya sin vida.
EN MEMORIA DE RODRIGO BUENO:
<object width="425" height="344"><param name="movie" value="https://www.youtube.com/v/ZJY8S8r5760&rel=0"></param><param name="wmode" value="transparent"></param><embed src="https://www.youtube.com/v/ZJY8S8r5760&rel=0" type="application/x-shockwave-flash" wmode="transparent" width="425" height="344"></embed></object>
Cordobés» y «Yerba mala» se escuchaban en todas partes y acababa de
hacer trece shows en el Luna Park, murió en un accidente. Ya es un mito.
Rodrigo Bueno nació el 24 de mayo de 1973, en la ciudad de Córdoba. De
chico ya le apasionaba la música y el cuarteto gracias a que su madre,
Beatriz Olive, era amiga de la Mona Jiménez y lo llevaba a ver sus
conciertos. Su tío carpintero le regaló un micrófono de madera que
Rodrigo usaba para actuar arriba de la mesa, durante las reuniones
familiares. Los Bueno eran fanáticos del cuarteto y siempre escuchaban
a los grupos «Cuarteto de Oro», «Berna» y «La Leo».
El primer empleo de Rodrigo no hizo otra cosa que vincularlo aún más
con la música: trabajaba en la disquería que su padre Eduardo, un
ejecutivo de BMG, tenía en Córdoba. El Potro tampoco se perdía ningún
show y seguía en especial al grupo «Chévere», donde debutaría a los
once años. Compenetrado en lo que para él era su vocación, abandonó el
colegio al terminar séptimo grado para dedicarse por completo a lo que
amaba. Pero no sólo cantaba, sino que también componía y tocaba
diferentes instrumentos. La primera canción que compuso se llamó «La
foto de tu cuerpo», cuando tenía 15 años. Ese título fue el que le dio
nombre al primer disco.
Un año después, Rodrigo tomó una de las decisiones más importantes de
su carrera: viajar a Buenos Aires. Luego de grabar media docena de
discos («Muy Bueno», «Sabroso» y «Aprendiendo a vivir», entre otros),
en 1992 participó de un video clip junto a la vedette Marixa Balli, con
quien después tuvo un noviazgo. En 1994 Rodrigo sufrió el golpe más
duro de su vida: su padre murió en sus brazos después de haberlo
acompañado a un recital. El impacto lo mantuvo alejado de los
escenarios por casi todo ese año.
En 1997 Rodrigo tuvo junto a su ex esposa, Patricia Pacheco, a Ezequiel
Ramiro. El cuartetero era un hincha fanático de Belgrano de Córdoba y
en más de una ocasión dijo que su sueño era llegar a ser el presidente
de ese club. También le gustaba mucho el boxeo (por eso se disfrazaba
en sus shows), tomar cerveza y vestirse con camisetas de fútbol
americano.
SU TRÁGICO FINAL
Rodrigo murió como había crecido: a los golpes. De madrugada, bajo un
cielo negro de nubes, este muchacho cordobés de 27 años, quedó tendido
y ensangrentado sobre el asfalto húmedo de una autopista solitaria.
En la nublada tarde del viernes, Rodrigo y su manager desde el primer
día, José Luis Pepe Gozalo, definían cómo viajar al show que el
cantante debía dar en la bailanta «Escándalo» de City Bell, esa misma
noche.
Era el único recital programado de una jornada atípicamente tranquila,
y entonces el Potro decidió ir en su 4x4 y llevar a su hijo Ezequiel
Ramiro, de 3 años. Primero fue a grabar el programa La Biblia y el
Calefón con Jorge Guinzburg, y después se fue a cenar en El Corralón.
Como no había mesa, Pepe Parada los invitó a sentarse junto a él y
Fernando Olmedo, el hijo de Alberto.”
Mientras conversaban, Rodrigo contó sobre sus proyectos y jugó e hizo
dibujos en las servilletas con su hijito. A pedido de todos tarareó la
canción que había compuesto para la publicidad de la cerveza «La
Diosa». En la despedida, se produjo el diálogo que resultaría clave en
el desenlace. “Che, me encantaría ver un show tuyo. A ver cuándo me
invitan”, dijo Olmedo. La respuesta de Rodrigo fue inmediata: “Venite
ahora, hago un show en La Plata y volvemos”. Olmedo, al principio, se
acobardó: “No, a ver si me dejan colgado en La Plata”. Y el Potro
enseguida le ofreció: “No te hagas problema, loco. Te traigo yo mismo
en la camioneta”.
A las tres de la mañana del sábado, Rodrigo, su ex mujer Patricia, su
hijo Ramiro, Fernando Olmedo, Gustavo Cachi Pereyra (asistente de
Rodrigo) y el Negro Moreno (productor de sus discos) se prepararon para
regresar de City Bell en la camioneta Ford Explorer roja de Rodrigo
(era suya desde noviembre, cuando Pepe Gozalo, el dueño inicial, se la
entregó a pedido del cantante). Al salir de Escándalo, Gozalo lo miró y
le dijo: “Ro, ¿por qué no lo dejás manejar a Claudito?” (uno de los
integrantes de la banda). El Potro respondió tranquilo: “No. Voy
manejando yo. Quedate tranquilo, que está todo bien”. Y acto seguido le
dio un pico a Gonzalo, repitiendo un gesto de cariño y humor que
incorporó desde su visita a Diego Maradona en Cuba. Entonces subieron a
la camioneta. Rodrigo al volante. Patricia y Ramiro en el otro asiento
delantero. El Negro Moreno detrás de Rodrigo, Pereyra en el medio y
Olmedo detrás del asiento del acompañante. Así partieron. Apenas habían
pasado las tres de la mañana.
Aquí el relato se apoya en diferentes testimonios. Rodrigo habría
llegado sin problemas al peaje de Hudson, a unos quince minutos del
camino Centenario. Detrás venía otra camioneta con integrantes de la
banda. Al pasar el peaje, habría aparecido la camioneta Chevrolet
Blazer blanca que recorrió junto a la Ford Explorer los kilómetros
previos al vuelco fatal. Cachi Pereyra, uno de los sobrevivientes,
cuenta lo que ocurrió después: “Veníamos muy tranquilos cuando la
camioneta blanca nos pasó muy rápido, y después bajó la velocidad y se
quedó taponándonos. Rodrigo le hizo luces para que se abriera y, cuando
intentó pasar, la camioneta le cerró el camino. Entonces pegó el
volantazo hacia la derecha, y ahí pegamos contra el guard rail, y
empezamos a dar vueltas”. El testimonio de Pereyra es decisivo: iba en
la camioneta y nunca perdió el conocimiento.
A 150 metros de la camioneta, un cuerpo se encontraba tirado casi de
perfil, con las clásicas botas de cuero de serpiente todavía puestas,
la campera cubriéndole la cabeza y un charco de sangre deslizándose
sobre el asfalto. Era Rodrigo, ya sin vida.
EN MEMORIA DE RODRIGO BUENO:
<object width="425" height="344"><param name="movie" value="https://www.youtube.com/v/ZJY8S8r5760&rel=0"></param><param name="wmode" value="transparent"></param><embed src="https://www.youtube.com/v/ZJY8S8r5760&rel=0" type="application/x-shockwave-flash" wmode="transparent" width="425" height="344"></embed></object>