Casualidades de la vida
20 años después.
En 1893 Henry Ziegland, de Texas, abandonó a su amada. Ésta se suicidó y, para vengarla, su hermano disparó contra Ziegland, pero la bala paso rozando la cara del novio desertor y fue a incrustarse en un árbol. Veinte años después, Ziegland intentó cortar el árbol que tenía la bala en su interior y uso para ello dinamita. La explosión disparó la vieja bala, que mató a Ziegland.
Saltar la banca
Algunas casualidades nos hacen dudar de la existencia del azar. “Dios no juega a los dados”.Charles Wells, el hombre que, contra toda probabilidad hizo saltar la banca de Monte Carlo en 1891, realizó dos apuestas idénticas sobre el rojo y el negro y ganó cada vez 100.000 francos. La tercera vez hizo su apuesta sobre el cinco, 35 contra 1, y ganó. Repitió cinco veces la operación y el cinco salió cinco veces, algo tan altamente improbable que puede considerarse imposible en la práctica. Wells retiró su dinero y se fue tranquilamente.
Un tal Hugh Williams
El 5 de diciembre de 1664 un navío naufraga durante su travesía por el estrecho de Menay, en el mar de Irlanda. Uno solo de los sesenta y un pasajeros sobrevive, un hombre llamado Hugh Williams. Otro 5 de diciembre, el de 1785, otro barco se hunde en el mismo sitio. Y, de nuevo, se encuentra a un solo superviviente, un tal Hugh Williams. Finalmente, el 5 de agosto de 1820, caen en esas aguas 24 pasajeros de un velero perdido. Sólo un hombre se salvará; un hombre llamado… ¡Hugh Williams!
¿Salvados por Dios?
Una célebre y múltiple coincidencia, publicada por la revista Life en 1950, es la del coro del pueblo de Beatrice, en el estado norteamericano de Nebraska. El ensayo estaba convocado para el 1 de marzo a las 7:20 de la tarde, pero ese día sus quince componentes llegaron tarde por las más diversas razones. La familia del pastor se retrasó porque tuvo que terminar la colada, a otro se le averió el coche, un chico tuvo que terminar los deberes del colegio, a una madre le costó despertar a su hija de la siesta, otro quedó absorto con un programa de radio. El retraso de todos ellos resultó un increíble golpe de suerte, porque un fallo de la caldera hizo que la iglesia estallara a las 7:25 de aquella tarde. Un matemático calculó que la probabilidad de que esta cadena de acontecimientos se debiese al azar era sólo una contra un millón.
El escarabajo dorado
En una ocasión, el reconocido psiquiatra Carl Gustav Jung estaba tratando a una joven que le contaba haber soñado con un escarabajo dorado. De pronto oyó un ruido en la ventana, a sus espaldas. “Me levanté – escribe él mismo –, abrí la ventana y cogí al vuelo, en el momento en que entraba en la habitación, un insecto que era lo más semejante a un escarabajo dorado que pudiera hallarse en nuestras latitudes”. ¿Qué había llevado al insecto a meterse en una habitación oscura justo en esos momentos?
Las coincidencias de Winston Churchill
Considerado como uno de los diez personajes más influyentes del siglo XX, el famoso primer ministro británico era propenso a las coincidencias y gracias a ellas salvó la vida en numerosas ocasiones. Durante la guerra de Sudáfrica huyó de los bóers, que le tenían prisionero en Mozambique, y fue a parar a una comunidad minera. Llamó al azar a una puerta y resultó que era la única casa en cuarenta kilómetros donde no lo entregarían, pues el propietario era británico. En la I Guerra Mundial, su trinchera fue destruida por un proyectil justo después de haberla abandonado. Su esposa Clementine cuenta que, en los años de la II Guerra Mundial, Churchill siempre entraba en su coche por la puerta derecha. Pero un día, durante un bombardeo, se detuvo, dio la vuelta y entró por el otro lado. En el trayecto hacia Downing Street, una bomba hizo levantar el coche del lado derecho. “¿Qué te hizo cambiar de opinión?”, le preguntó la mujer. “Algo me ha dicho ¡detente!”, confesó él. En 1943, el propio Churchill declaraba ante un grupo de mineros: “A veces tengo la impresión de que una mano orientadora ha interferido en mi vida”.
Dos celebridades nostálgicas
Michael Caine y Charles Chaplin nacieron en Kensington, un barrio del sur de Londres. En las dos únicas ocasiones en que Caine sintió nostalgia de su antiguo barrio y decidió visitarlo de incógnito, se encontró “casualmente” con Chaplin, que también estaba dando un paseo nostálgico.
Los hermanos sean unidos
Dos gemelos de Ohio cuya historia fue relatada en 1980 por el Reader ‘s Digest, tras ser adoptados por familias distintas y vivir alejados durante 39 años, se conocieron y descubrieron que los dos se llamaban Jim; ambos habían estudiado diseño industrial; se casaron con mujeres llamadas Linda y tuvieron hijos llamados James; se divorciaron y se volvieron a casar con mujeres llamadas Bety y, por si fuera poco, cada uno tenía un perro llamado Toy
Una intervención quirúrgica “anunciada”
El escritor famoso autor de 2001, una odisea del espacio, que predijo en sus novelas de ficción el uso del correo electrónico o de la telefonía móvil, contaba a los lectores del diario Locus, en 1991, una extraña coincidencia de la que fue protagonista.
Acababa de recuperarse de una operación quirúrgica de próstata, a la que fue sometido en el University College Hospital de Londres, y durante la cual había sido conectado a tres tubos insertados en uretra, nariz y vena. Regresó a su casa de Sri Lanka y, de pronto, encontró una carta que le había escrito años antes su amigo J. B. S. Haldane en la que éste le decía: “Acabo de regresar de Londres, donde he sido operado en el University College Hospital, y me he despertado con tres tubos insertados en otros tantos lugares: uretra, nariz y vena”.
Presagios tenebrosos
El famoso bandido Jesse James veía en sus sueños que un amigo le mataría por la espalda. Y así ocurrió. Estaba en Missouri, sentado en una silla y sin pistolas, cuando un amigo suyo le asesinó con un rifle que el propio Jesse le había regalado.
Tal para cual.
Thomas Jefferson, segundo presidente de EE UU, fue autor de la Declaración de Independencia de este país. John Adams, amigo suyo, fue el tercero y uno de quienes la promulgó. Ambos murieron el mismo año y día, 4 de julio de 1826, exactamente en el cincuenta aniversario del Día de la Independencia norteamericana.
Tragedia con suerte
Treinta personas murieron cuando un tren de cercanías cayó desde un puente a la bahía de Newark, en Nueva York. Trágico accidente que, sin embargo, hizo ganar grandes sumas de dinero a los neoyorquinos: una fotografía del accidente aparecida en los periódicos mostraba el número 932 en el último vagón del tren siniestrado. Presintiendo que ese número tenía un significado, muchas personas apostaron aquel día al 932 en la lotería de Manhattan. Y ganaron.
Homónimos desconocidos
Durante la II Guerra Mundial, el chófer de autobús británico D. J. Page vio como su correspondencia era entregada por error a otro hombre llamado también Page y cuyo documento de identidad tenía el número 1509322, mientras que el suyo era el 1509321. Tiempo después de terminar la guerra, Page fue a reclamar a Hacienda los excesivos impuestos deducidos de su salario. Y comprobó que habían confundido su nómina con la de su viejo “amigo desconocido” Page, cuyo número de carné de conducir era curiosamente 29222, mientras el suyo era 29223
fuente
20 años después.
En 1893 Henry Ziegland, de Texas, abandonó a su amada. Ésta se suicidó y, para vengarla, su hermano disparó contra Ziegland, pero la bala paso rozando la cara del novio desertor y fue a incrustarse en un árbol. Veinte años después, Ziegland intentó cortar el árbol que tenía la bala en su interior y uso para ello dinamita. La explosión disparó la vieja bala, que mató a Ziegland.
Saltar la banca
Algunas casualidades nos hacen dudar de la existencia del azar. “Dios no juega a los dados”.Charles Wells, el hombre que, contra toda probabilidad hizo saltar la banca de Monte Carlo en 1891, realizó dos apuestas idénticas sobre el rojo y el negro y ganó cada vez 100.000 francos. La tercera vez hizo su apuesta sobre el cinco, 35 contra 1, y ganó. Repitió cinco veces la operación y el cinco salió cinco veces, algo tan altamente improbable que puede considerarse imposible en la práctica. Wells retiró su dinero y se fue tranquilamente.
Un tal Hugh Williams
El 5 de diciembre de 1664 un navío naufraga durante su travesía por el estrecho de Menay, en el mar de Irlanda. Uno solo de los sesenta y un pasajeros sobrevive, un hombre llamado Hugh Williams. Otro 5 de diciembre, el de 1785, otro barco se hunde en el mismo sitio. Y, de nuevo, se encuentra a un solo superviviente, un tal Hugh Williams. Finalmente, el 5 de agosto de 1820, caen en esas aguas 24 pasajeros de un velero perdido. Sólo un hombre se salvará; un hombre llamado… ¡Hugh Williams!
¿Salvados por Dios?
Una célebre y múltiple coincidencia, publicada por la revista Life en 1950, es la del coro del pueblo de Beatrice, en el estado norteamericano de Nebraska. El ensayo estaba convocado para el 1 de marzo a las 7:20 de la tarde, pero ese día sus quince componentes llegaron tarde por las más diversas razones. La familia del pastor se retrasó porque tuvo que terminar la colada, a otro se le averió el coche, un chico tuvo que terminar los deberes del colegio, a una madre le costó despertar a su hija de la siesta, otro quedó absorto con un programa de radio. El retraso de todos ellos resultó un increíble golpe de suerte, porque un fallo de la caldera hizo que la iglesia estallara a las 7:25 de aquella tarde. Un matemático calculó que la probabilidad de que esta cadena de acontecimientos se debiese al azar era sólo una contra un millón.
El escarabajo dorado
En una ocasión, el reconocido psiquiatra Carl Gustav Jung estaba tratando a una joven que le contaba haber soñado con un escarabajo dorado. De pronto oyó un ruido en la ventana, a sus espaldas. “Me levanté – escribe él mismo –, abrí la ventana y cogí al vuelo, en el momento en que entraba en la habitación, un insecto que era lo más semejante a un escarabajo dorado que pudiera hallarse en nuestras latitudes”. ¿Qué había llevado al insecto a meterse en una habitación oscura justo en esos momentos?
Las coincidencias de Winston Churchill
Considerado como uno de los diez personajes más influyentes del siglo XX, el famoso primer ministro británico era propenso a las coincidencias y gracias a ellas salvó la vida en numerosas ocasiones. Durante la guerra de Sudáfrica huyó de los bóers, que le tenían prisionero en Mozambique, y fue a parar a una comunidad minera. Llamó al azar a una puerta y resultó que era la única casa en cuarenta kilómetros donde no lo entregarían, pues el propietario era británico. En la I Guerra Mundial, su trinchera fue destruida por un proyectil justo después de haberla abandonado. Su esposa Clementine cuenta que, en los años de la II Guerra Mundial, Churchill siempre entraba en su coche por la puerta derecha. Pero un día, durante un bombardeo, se detuvo, dio la vuelta y entró por el otro lado. En el trayecto hacia Downing Street, una bomba hizo levantar el coche del lado derecho. “¿Qué te hizo cambiar de opinión?”, le preguntó la mujer. “Algo me ha dicho ¡detente!”, confesó él. En 1943, el propio Churchill declaraba ante un grupo de mineros: “A veces tengo la impresión de que una mano orientadora ha interferido en mi vida”.
Dos celebridades nostálgicas
Michael Caine y Charles Chaplin nacieron en Kensington, un barrio del sur de Londres. En las dos únicas ocasiones en que Caine sintió nostalgia de su antiguo barrio y decidió visitarlo de incógnito, se encontró “casualmente” con Chaplin, que también estaba dando un paseo nostálgico.
Los hermanos sean unidos
Dos gemelos de Ohio cuya historia fue relatada en 1980 por el Reader ‘s Digest, tras ser adoptados por familias distintas y vivir alejados durante 39 años, se conocieron y descubrieron que los dos se llamaban Jim; ambos habían estudiado diseño industrial; se casaron con mujeres llamadas Linda y tuvieron hijos llamados James; se divorciaron y se volvieron a casar con mujeres llamadas Bety y, por si fuera poco, cada uno tenía un perro llamado Toy
Una intervención quirúrgica “anunciada”
El escritor famoso autor de 2001, una odisea del espacio, que predijo en sus novelas de ficción el uso del correo electrónico o de la telefonía móvil, contaba a los lectores del diario Locus, en 1991, una extraña coincidencia de la que fue protagonista.
Acababa de recuperarse de una operación quirúrgica de próstata, a la que fue sometido en el University College Hospital de Londres, y durante la cual había sido conectado a tres tubos insertados en uretra, nariz y vena. Regresó a su casa de Sri Lanka y, de pronto, encontró una carta que le había escrito años antes su amigo J. B. S. Haldane en la que éste le decía: “Acabo de regresar de Londres, donde he sido operado en el University College Hospital, y me he despertado con tres tubos insertados en otros tantos lugares: uretra, nariz y vena”.
Presagios tenebrosos
El famoso bandido Jesse James veía en sus sueños que un amigo le mataría por la espalda. Y así ocurrió. Estaba en Missouri, sentado en una silla y sin pistolas, cuando un amigo suyo le asesinó con un rifle que el propio Jesse le había regalado.
Tal para cual.
Thomas Jefferson, segundo presidente de EE UU, fue autor de la Declaración de Independencia de este país. John Adams, amigo suyo, fue el tercero y uno de quienes la promulgó. Ambos murieron el mismo año y día, 4 de julio de 1826, exactamente en el cincuenta aniversario del Día de la Independencia norteamericana.
Tragedia con suerte
Treinta personas murieron cuando un tren de cercanías cayó desde un puente a la bahía de Newark, en Nueva York. Trágico accidente que, sin embargo, hizo ganar grandes sumas de dinero a los neoyorquinos: una fotografía del accidente aparecida en los periódicos mostraba el número 932 en el último vagón del tren siniestrado. Presintiendo que ese número tenía un significado, muchas personas apostaron aquel día al 932 en la lotería de Manhattan. Y ganaron.
Homónimos desconocidos
Durante la II Guerra Mundial, el chófer de autobús británico D. J. Page vio como su correspondencia era entregada por error a otro hombre llamado también Page y cuyo documento de identidad tenía el número 1509322, mientras que el suyo era el 1509321. Tiempo después de terminar la guerra, Page fue a reclamar a Hacienda los excesivos impuestos deducidos de su salario. Y comprobó que habían confundido su nómina con la de su viejo “amigo desconocido” Page, cuyo número de carné de conducir era curiosamente 29222, mientras el suyo era 29223
fuente