Quizás no habría humanos sobre la
Tierra si no fuera por una fusión ancestral de dos organismos
microscópicos y unicelulares denominados procariotas, según lo revela
una investigación realizada por la NASA
Al
comparar las proteínas presentes en más de 3.000 procariotas diferentes
—un tipo de organismo unicelular que no tiene núcleo— en la
investigación realizada por el biólogo molecular James A. Lake, del
Centro de Astrobiología de la Universidad de California en Los Angeles,
se obtuvo que dos grandes clases de microbios relativamente simples se
fusionaron hace mas de 2.500 millones de años. El estudio de Lake
revela una nueva vía para la evolución de la vida en la Tierra. Estos
hallazgos se publicaron en la edición del 20 de agosto de 2009 de la
revista Nature.
La endosimbiosis, o combinación de dos células, permitió la
evolución de un organismo más estable y exitoso, con capacidad de usar
la energía de la luz solar por medio de la fotosíntesis. La evolución
luego continuó con organismos fotosintéticos que produjeron oxígeno
como subproducto. La oxigenación resultante de la atmósfera terrestre
afectó profundamente la evolución de la vida, dando como resultado
organismos más complejos que consumieron ese oxígeno: los ancestros de
las criaturas que respiran oxígeno, incluyendo a los seres humanos.
“La vida superior no podría haber existido sin este suceso”, señala
Lake. “Son organismos muy importantes. Cuando estos dos procariotas
ancestrales se desarrollaron, no había oxígeno en la atmósfera
terrestre. Sin ellos, los humanos no vivirían. Ningún organismo que
respire oxígeno podría vivir”.
La maquinaria genética y la organización estructural de estos dos
organismos que se unieron produjeron una nueva clase de procariotas,
llamados procariotas de membrana doble. A medida que éstos
evolucionaron, miembros de la clase con doble membrana, las llamadas
cianobacterias, se convirtieron en los primeros productores de oxígeno
en el planeta, generando suficiente oxígeno como para alterar la
composición química de la atmósfera y fundar una etapa de evolución de
organismos más complejos, como son los animales y las plantas.
“Este trabajo constituye un avance mayor en nuestro entendimiento
de cómo un grupo de organismos pudo aprender a aprovechar el sol y con
esto producir un gran cambio en el ambiente de la Tierra, como nunca se
ha visto. En este caso, con resultados benéficos”, señala Carl Pilcher,
director del Instituto de Astrobiología, en el Centro de Investigación
Ames, de la NASA, en Moffett Field, California, que co-financió el
estudio junto a la Fundación Nacional de Ciencias (NSF), de Arlington,
Virginia.
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