Rebeca tenía dos abuelos a los que adoraba, pero ahora están muertos. Y sobre ellos es la historia que os voy a contar.
Un día el abuelo falleció y la abuela quedó como un alma en pena
vagando por la casa que habían compartido tantos años en amor y
armonía. Aún tenía familia por supuesto, pero no era lo mismo. La
abuela tenía mucha confianza en Rebeca, tanta que terminó confesándole
algo que le ocurría: soñaba con su marido muerto.
"Hay cuatro puentes, y al final de los puentes está él, alargando la mano para que vaya con él".
Pasaron los días y los meses, y una noche fue Rebeca la que tuvo un sueño extraño:
Era pequeña y entraba a un ascensor con su abuela. Iban cogidas de la
mano y el elevador ascendía pisos y pisos. Una especie de viaje sin
retorno puesto que el ascensor no era familiar para Rebeca. No sabía
cuántos pisos habían ascendido cuando, de pronto, el ascensor se paró y
se abrieron las puertas.
La abuela soltó la mano de Rebeca y salió. Ella trató de avanzar
pero su abuela le dijo: "No, tú no vienes conmigo". La abuela le sonrió
en su sueño y aquí terminó todo.
Cuando Rebeca se despertó por la mañana su abuela había fallecido la misma noche. En el sueño se había despedido de ella.
Y me preguntaréis, ¿qué tienen que ver los cuatro puentes en esta
historia? Cada puente es un mes. La abuela falleció cuatro meses
después que su marido, o sea, cuatro puentes después... y recordad que
ya os lo decía ella en su sueño: al final de los cuatro puentes, su
fallecido marido le tendía la mano.